“Dios es nuestro refugio y nuestra fortaleza,
nuestra segura ayuda en momentos de angustia.
Por eso, no temeremos
aunque se desmorone la tierra
y las montañas se hundan en el fondo del mar;
aunque rujan y se encrespen sus aguas,
y ante su furia retiemblen los montes“
Salmo 46:1-3 (NVI)
¡Dios ha realizado un milagro en mí!
Años compartiendo con otros las buenas noticias de que había un “Dios que hacía milagros”, hasta que un día me tocó experimentarlo y comprobarlo en primera persona.
En el año 2011, por diversos cambios bruscos laborales, familiares y la sobreexigencia a mi cuerpo, sufrí un pico de stress. Esto provocó que despertara en mí la diabetes, enfermedad ligada a la falta de actividad del páncreas el cual segrega insulina al cuerpo para nivelar los niveles de azúcar en sangre.
No sabía ni qué era, en qué consistía, ni qué debía hacer para combatirla. Bajé 30 kg en un mes, y comencé a deteriorarme al punto de quedar inconsciente, en coma, en mi propia cama. Estaba cursando un coma diabético. Pero, claro, ¡Dios lo sabía! Su cuidado y protección nunca se apartaron de mí.
A Dios nunca se le escapan los detalles de nuestra vida. ¡Él está dispuesto a intervenir siempre que le pidamos ayuda! No importa cuán difícil creas que es la situación que estás atravesando, Dios sigue siendo el mismo de ayer. Su poder no ha cambiado ni menguado. ¡Él es Dios de milagros!
Sanó primeramente mi mente y corazón para que pudiera aprender a cuidarme y depositar mi preocupación en Él, sabiendo que siempre cuida de mí. He experimentado la sanidad física de todos los órganos que se habían deteriorado como la visión (la cual se perdió en totalidad durante el coma), la vesícula, el páncreas…
“No se inquieten por nada; más bien, en toda ocasión, con oración y ruego, presenten sus peticiones a Dios y denle gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, cuidará sus corazones y sus pensamientos en Cristo Jesús.” Filipenses 4:6-7
¡Dios no ha cambiado, y vos también podés experimentarlo!
Entregá tu confianza Dios: “Alaba, alma mía, al Señor; alabe todo mi ser su santo nombre. Alaba, alma mía, al Señor, y no olvides ninguno de sus beneficios. Él perdona todos tus pecados y sana todas tus dolencias.
(Salmo 103:1-3)
Dejá que Dios te llene de su paz. Guardá en tu corazón su Palabra: “Hijo mío, atiende a mis consejos; escucha atentamente lo que digo. No pierdas de vista mis palabras; guárdalas muy dentro de tu corazón. Ellas dan vida a quienes las hallan; son la salud del cuerpo.” (Proverbios 4:20-22)
Dios tiene poder, y Su voluntad es perfecta: “Para los hombres es imposible —aclaró Jesús, mirándolos fijamente—, pero no para Dios; de hecho, para Dios todo es posible.” Marcos 10:27
“Lo que es imposible para los hombres es posible para Dios —aclaró Jesús.” Lucas 18:27
“Yo soy el Señor, Dios de toda la humanidad. ¿Hay algo imposible para mí?” Jeremías 32:27
Víctor Orihuela.