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Mas a todos los que lo recibieron,
a quienes creen en su nombre,
les dio potestad de ser hechos hijos de Dios.

Juan 1:12

Hijo de Dios

 ¿Qué significa ser hijo de Dios? ¿Te lo preguntaste alguna vez? Según Juan, es RECIBIR y CREER. ¡Tan simple como eso!. Pero no estamos acostumbrados a aceptar fácilmente lo simple. No sé el porqué pero siempre intentamos complicarlo. Hay una parte nuestra (nuestra “vieja naturaleza”) que quiere tener un poco de protagonismo y agregar algo a este perfecto plan de Dios. A ver si nos entendemos bien: Dios dice que solamente hace falta CREER en Él y RECIBIRLO para que nos llame sus hijos. Sabemos que ser hijo de Dios tiene grandiosas consecuencias: significa ser limpiado, ser santificado, ser apto para venir y pararnos ante un Dios perfecto y santo y pasar toda la eternidad con Él. Entonces no, no puede ser que sea tan fácil como “CREER y RECIBIR”, no entra en nuestra lógica. 

 Tantas veces hemos escuchado que un cristiano, un hijo de Dios, no puede robar, no puede matar, debe ir a la iglesia, debe dar el diezmo, debe servir a otros, debe ser una buena persona y así podríamos seguir la larga lista de exigencias… Entonces el “CREER y RECIBIR” queda muy corto a lo que estamos acostumbrados a escuchar o a lo que aceptamos como una verdad lógica si lo comparamos con una recompensa enorme que Dios nos promete.

 Y de esta manera, empezamos a armar una lista de requisitos (agregados) creyendo que cuando los cumplamos, nos vamos a merecer disfrutar de la eternidad con Dios. Nos sentimos mejor cuando logramos cumplir alguno de los puntos de la lista, pero también muchas veces nos sentimos por el piso cuando no lo alcanzamos. Y ahí vienen el sentimiento de culpa, la tristeza y las autoacusaciones. Y la verdad es que por más que nos esforzáramos al extremo, nunca llegaríamos a cumplir con todos los requisitos para poder ser aptos para presentarnos intachables ante Dios…

 Es ahí donde Él nos vuelve a recordar: «Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad.» 2 Corintios‬ 12‬:9‬ 

 Jesús nos vuelve a decir: “cuando vos fallás, cuando sos débil, cuando no podés cumplir con la larga lista de las exigencias que vos mismo inventaste, en ese momento quiero que me mires, que CREAS en mí, que entiendas que te amo y no espero nada de vos. Sólo que RECIBAS lo que te quiero dar: la vida eterna conmigo”.

 Justo cuando sale a la luz nuestra debilidad es cuando más se ve el poder de Dios y su amor. Ese tremendo amor, incomprensible para nosotros, amor eterno e incondicional. Amor que no entra en nuestros parámetros de lógica. Pero dejame decirte: la lógica de Dios tiene muy poco que ver con la nuestra. Es totalmente superior y nunca vamos a poder entenderla. Dejá de esforzarte para cumplir con algo que Dios no te exige, CREÉ y RECIBÍ su regalo de salvación y ya vas a ver que Él va a hacer en tu vida cambios increíbles que vos no pudiste lograr ni con el mayor de tus esfuerzos.

Sonja Guento.

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