“Así volvió Noemí, y Rut la moabita su nuera con ella; volvió de los campos de Moab, y llegaron a Belén al comienzo de la siega de la cebada.”
Rut 1:22
Sigue adelante
La jornada de Noemí y Rut realmente es cautivante. Una suegra y una nuera. Una, creyente; la otra, con un trasfondo pagano. Dos mujeres enfrentando el mismo dolor de la pérdida, viudas, marginadas por la sociedad, desamparadas, sin abrigo o refugio, abatidas emocionalmente, con escasos recursos, vacías.
Aun así, cuando Noemí escucha un rumor de que la sequía había cesado en su tierra natal, empieza a emprender una jornada de regreso a Belén junto a Rut. Un viaje arduo, desértico, de aproximadamente diez días a pie, ciertamente agobiadas por el sol, caminaban en silencio, cada cual cargando sus propias penas y torturadas por sus pérdidas y dolor.
Pero las Escrituras nos enseñan sobre el impacto que Noemí había dejado en la vida de Rut, que ésta se había aferrado con firmeza a Noemí. Rut había sido profundamente influenciada por la fe de Noemí y su comunión con Dios: “No me pidas que te deje y regrese a mi pueblo. A donde tú vayas, yo iré; dondequiera que tú vivas, yo viviré. Tu pueblo será mi pueblo, y tu Dios será mi Dios” Rut 1:16
Estas dos mujeres nos dejan una lección extraordinaria: Nunca debemos dejar de avanzar en dirección a los planes del Señor, debemos caminar, movernos en fe, en dirección a lo nuevo, aun con temores, siguiendo adelante, posiblemente algunas veces arrastrándonos, pero en movimiento. Y mientras nos movemos, el Señor prepara todo lo que necesitamos para la jornada.
Esta historia es tan intensa y tan profunda que es como si pudiéramos escuchar la dulce voz del Espíritu Santo dándole aliento: Camina Noemí, y lleva a Rut contigo, acuérdate que ella sigue tus pisadas. No te detengas, Noemí, te queda mucho camino por delante. Estate lista para los nuevos desafíos, los nuevos lugares. No vas a morir en Moab, Noemí, sé que estas herida y te sientes vacía, pero ahora traes a Rut contigo y tú eres la que conoce el camino de regreso a Belén – que significa Casa del Pan, Casa de provisión abundante, sostén para el alma.
Lo que Noemí, en sus limitaciones, desconocía, era que estaba siendo sanada y restaurada mientras acompañaba a Rut en su proceso. Había tanto propósito en la vida de Rut que sus frutos transformaron la vida de Noemí.
Movernos bajo la guía del Espíritu Santo es primordial, es donde encontramos gracia y favor de Dios. Movernos en la dirección correcta y en el tiempo correcto es clave.
Debido a la obediencia de Noemí y su nuera Rut, generaciones fueron bendecidas con el fruto de su vientre. Y de este linaje, nació en Belén (Casa del Pan) Jesús el Pan de la Vida. El Mayor y Mejor Regalo para la humanidad.
Hoy, somos invitados a dejar de llorar y amargarnos, a dejar de torturarnos con nuestros fracasos y peso del dolor de nuestro pasado, a dejar de llorar en la tumba de nuestras pérdidas. Que nuestro dolor no opaque nuestro propósito. Somos parte de un plan perfecto. Movernos en fe en dirección a este Plan debe ser nuestra meta diaria.
Marcia Xavier de Aristimuño.