“—Todo el que beba de esta agua volverá a tener sed —respondió Jesús—, 14 pero el que beba del agua que yo le daré no volverá a tener sed jamás, sino que dentro de él esa agua se convertirá en un manantial del que brotará vida eterna.”
Juan 4:13-14 (NVI)
Agua de Vida
Luego de permanecer intubado por 7 días en la Unidad de Terapia Intensiva, contraje una infección intrahospitalaria que provocó que tuviera nuevamente fiebre.
Clara: -Hola Aldo, ni nombre es Clara. Voy a ser la enfermera que te va a lavar. Estás muy sucio, es necesario higienizarte; tengo que cambiarte las sábanas, pero para eso voy a necesitar que resistas el agua que voy a usar. Es un agua muy fresca, al principio te va a molestar un poco pero después, te aseguro, que te va a bajar la fiebre. Tenemos que hacer que baje la fiebre.
Inmediatamente, la enfermera Clara comenzó a lavarme con mucha paciencia y dedicación; yo podía sentir el amor que ella reflejaba en su trabajo. Me lavó por completo, me cambió las sábanas y, lo mejor de todo fue que, me ¡bajó la fiebre! Yo no quería que Clara se fuera de esa habitación porque me daba seguridad. Ya había despertado del coma farmacológico y me encontraba solo, asustado, con mucho miedo, aislado por COVID-19.
Aldo: -Por favor, no te vayas. En mi billetera tengo plata, quédate conmigo.
Clara: -Aldo, no vas a estar solo. Yo me tengo que ir porque salgo de franco, regreso el miércoles. Acá hay mucha gente que te va a cuidar. No estás solo.
Al día siguiente, luego de pasar una noche tranquilo y sin fiebre, me despertó el enfermero como todas las mañanas. Le supliqué a él que me diera agua, esa misma que utilizó Clara para limpiarme. Oscar no entendía mis palabras porque yo estaba con oxígeno, pero llegó a entender que quería agua. Pero no para beber, sino para que me pusiera en la cabeza. Clara me había bañado y me había limpiado la frente. Yo quería exactamente lo mismo.
Enfermero: -Aldo, anoche no vino nadie a bañarte, los enfermeros venimos a la mañana y a la tarde. Nadie te bañó. Tampoco existe ninguna enfermera que se llame Clara.
Jesús nos dice: “Todo el que beba de esta agua volverá a tener sed, pero el que beba del agua que yo le daré no volverá a tener sed jamás, sino que dentro de él esa agua se convertirá en un manantial del que brotará vida eterna”. (Juan 4:13 NVI).
¡Qué hermoso es experimentar el Agua de Vida que nos provee el Señor! Muchas veces intentamos saciar nuestra sed interior con nuestras propias fuerzas. Por ejemplo, las personas con problemas de adicciones, antes de conocer al Señor, recurríamos a las sustancias, al alcohol o al sexo para tapar las heridas. Solemos experimentar una sed que parece tan insaciable que nos impulsa a recurrir a lo “ya conocido” que no es otra cosa que a través del pecado. El pecado es una forma equivocada de saciar la sed interior que todos los seres humanos experimentamos a diario. El problema no es tener sed, el problema es cómo saciamos esa sed.
Sin embargo, quienes hemos experimentado un nuevo nacimiento, tenemos la gran bendición de beber el Agua que Jesús nos brinda para Vida Eterna. ¡Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo! El Señor Jesús nos invita:“¡Si alguno tiene sed, que venga a mí y beba!” (Juan 7:37 NVI). Permitamos al Espíritu Santo de Dios correr en nuestro interior con sus Ríos de Agua Viva para restauración, sanidad, llenura, plenitud. ¡Corramos a Jesús, SIEMPRE, que Él saciará nuestra sed!
Aldo Fernández.