“Con la autoridad del Señor digo lo siguiente: ya no vivan como los que no conocen a Dios, porque ellos están irremediablemente confundidos. Tienen la mente llena de oscuridad; vagan lejos de la vida que Dios ofrece, porque cerraron la mente y endurecieron el corazón hacia él. Han perdido la vergüenza. Viven para los placeres sensuales y practican con gusto toda clase de impureza.
Pero eso no es lo que ustedes aprendieron acerca de Cristo. Ya que han oído sobre Jesús y han conocido la verdad que procede de él, desháganse de su vieja naturaleza pecaminosa y de su antigua manera de vivir, que está corrompida por la sensualidad y el engaño.“
Efesios 4:17-22 (NTV)
Un cambio necesario
En el texto vemos una exhortación insistente que Pablo hace a la iglesia de Éfeso a no vivir más como aquellos que no conocen a Dios. Remarca el contraste que hay entre los que están alejados de la vida de Dios y aquellos que le rindieron sus corazones y recibieron sus enseñanzas.
En 1° Pedro 2:9 dice que Dios “nos llamó de las tinieblas a su luz admirable”. A través de la obra redentora de Cristo, su Gracia nos hizo nuevas criaturas y ya no podemos vivir como antes: en ignorancia, con el corazón endurecido, sin disfrutar de la vida que solo Cristo nos puede dar.
Para ello es necesario tener en claro lo que nos enseña la Biblia acerca de nuestra nueva naturaleza. Saber que somos hijos e hijas lavados por la sangre de Jesús. Alejarnos de lo que el mundo llama “bueno” pero que, ante los ojos de nuestro Creador, es malo. Y ser llenos del poder del Espíritu Santo para vivir en santidad.
Nuestra guía es la Palabra de Dios. En ella encontramos dirección para cada día.
Si deseamos vivir una vida que agrade a Dios, necesitamos meditar en Su Palabra y dejar que el Espíritu Santo produzca fruto abundante en nosotros.
Caterin Kramer.